Ir a un concierto es compartir tiempo y espacio con gente que gusta de escuchar canciones en versiones inferiores.
I don’t wanna be happy
If happy means I got to be like you
Un trabajo que costó más que trabajo
Hubo una vez que mientras trabajaba por mi cuenta, un amigo me habló de una empresa que estaban buscando a alguien con mi perfil profesional. Yo sabía que mi amigo se llevaría una jugosa comisión si me reclutaba para el trabajo, pero realmente no me interesaba, y se lo hice saber. Me insistió por días. Sorpresivamente, un día me fueron a buscar a mi casa el dueño de dicha empresa, un ingeniero y otro de recursos humanos para hablar conmigo y tratar de convencerme a trabajar con ellos. No me dijeron nada nuevo, seguían sin convencerme y peor aún, había un no-se-qué que me daba muy mala vibra, pero terminé aceptando; más por el amigo que por interés personal. Total, pensé que si era tan malo como lo imaginaba renunciaría lo más pronto posible antes de que fuera muy difícil dejar el trabajo.
Todo mi desarrollo laboral lo había hecho por mi cuenta, lo que antes se le llamaba freelance y ahora se conoce como desempleo. Esa era mi segunda vez trabajando en una empresa. Era volver a poner alarmas, a vestirme con ropa de oficina y todo ese merequetengue. Me preguntaba cómo sería la dinámica con los nuevos compañeros, ¿qué tan distinto podría ser? Pensé que probablemente sería igual que en mi anterior trabajo, los mismos usos y costumbres que llevé con mis antiguos compañeros de trabajo.
El primer fin de semana trabajando, una mujer muy cercana al dueño de la empresa, llamémosla Nancy, y el de recursos humanos, llamémoslo el de recursos humanos, fueron a visitarme a mi oficina. Ella se presentó, el de recursos humanos ya lo había conocido; hablamos largo y tendido sobre mi trabajo y estrategias de crecimiento y burradas de ese tipo. La primera impresión que me llevé de ella fue buena, una mujer joven, elegante, perfumada y con mucha sinceridad al hablar. Hasta ahora sigo sin saber si Nancy era la jefa de mi departamento o solo fue a visitarme por curiosidad; de lo único que sí estoy seguro es que era mi superior. Los halagos a mi trabajo y hacerme saber su agredecimiento de que estuviera con ellos no faltaron. Para despedirse me dice que van a un restaurante (que no voy a nombrar para mantener la incógnita, pero era uno de mis favoritos), me preparaba para acompañarlos porque pensé que me invitarían pero me preguntó que si no quería algo. Bueno, claro, mi mente ansiosa comenzó a inventar escenarios que justificaran no haber invitado: apenas nos conocemos, tal vez sean pareja y quieran compartir tiempo juntos, ¿tengo mal aliento? Qué se yo.
Debo hacer un paréntesis para explicar al querido lector que en mi anterior trabajo era de usos y costumbres que si salías a comer, invitabas a alguien de la oficina, y lo comprometías a regresar el favor para la próxima. Pensé que esa era la norma también en este nuevo entorno laboral y pues me sentí honrado y casi obligado a aceptar su ofrecimiento, a sabiendas de que luego sería yo quien tendría el gran honor de invitarles a comer.
Con tal de no verme tan antipático y apuesto que el antojo fue mi mayor motivación, le pedí que me llevara algo que no voy a especificar; pero era simbólico, obviamente Nancy tenía un puesto muy importante y un sueldo increíble que el dinero no era un problema; exagerando me podría haber llevado el corte más fino y una botella de vino sin siquiera afectar su bolsillo… pero claro que no iba a pedir eso, sólo le pedí un postrecito, a modo de canario en una jaula para saber como funcionaban las cosas ahí.
Debo decir que soy, o era, muy bueno leyendo microexpresiones, y logré percibir una ligera molestia en Nancy cuando le dije que sí quería algo, pero no me sentí en confianza para presionar sobre el tema. El de recursos humanos creo que también notó algo y reaccionó con otro gesto pero fue mucho mejor en ocultarlo. Mi mente ansiosa me dijo que debí haber dicho no gracias, estoy bien… pero como aún estaba fresco todo el cortejo que llevaron a cabo para que trabajara con ellos, yo seguía con la idea de que estaban sumamente complacidos de tenerme trabajando ahí, y que Nancy y el de recursos humanos fueron personalmente a ofrecerme algo como un gracias. Se fueron, y ella dijo «ahorita te lo traigo».
El ahorita se convirtió en una aparente eternidad. Se acercaba la hora de salida y yo no había comido nada por estar esperando mi postre. En eso entra a mi oficina el señor que hacía la limpieza, llamémosle Pedro Páramo (quien terminó siendo la mejor persona que conocí en todo ese lugar) y me entrega lo que le había pedido a Nancy, mi postre. Para ese entonces era más que evidente que el canario no solo se había sofocado en su jaula, sino que había sido decapitado y desplumado.
Días después supe por Pedro Páramo que el de recursos humanos le pagó a Nancy lo que yo le había pedido y que les había dado una muy mala impresión que les hubiera pedido algo y además sin pagar por ello. Para ese círculo de élite llamado La Administración quedé como un pediche y oportunista. A partir de ahí, fueron contadas las veces que hablaron conmigo, jamás se ofrecieron a llevarme algo y cuantimenos a invitarme a comer. Todo lo que comenzó con halagos terminó en trato seco y distante. Pasaron los meses, terminé el trabajo por el que me habían contratado, renuncié y no volví a saber mucho, mas que desgracias, de esa presuntuosa gente.
El WINAMP que tienen en el Internet Archive me trae muy buenos recuerdos.
Me doy a la tarea de buscar el único disco de una banda de 1984 llamada Oasis que no es Oasis de 1991.
¿Qué haría si tuviera 10 años menos? No tardar 10 años en responder esa pregunta.
Existe el nombre Zehcnas… que no es otra cosa más que «Sanchez» invertido.
No importa que tan cultivado sea el cerebro de un niño, una vida llena de restricciones debido a la pobreza lo va a limitar a capitalizar su potencial por el resto de su vida.
Las personas que nunca aceptan sugerencias hay que encaminarlas a que crean que fue idea suya lo que les querías sugerir.