Vagaba por las calles sin rumbo fijo, intentando escapar de los recuerdos dolorosos que lo atormentaban. Era un hombre perdido en un laberinto de sombras, desesperado por encontrar una salida. Sin embargo, a medida que se alejaba de su antigua vida, un sentimiento extraño comenzaba a invadir su corazón.
En las noches solitarias, el silencio le susurraba al oído, recordándole el calor de una risa que ya no escuchaba. Aunque había escapado de la tristeza, anhelaba desesperadamente el eco de una voz familiar.
Retrospectivas de días felices bailaban en su mente, mientras el vacío lo envolvía implacablemente.
Oculto entre multitudes desconocidas, contemplaba a parejas abrazadas, compartiendo secretos íntimos en un lenguaje que él había olvidado. Sentía la nostalgia de los abrazos perdidos y los besos que nunca más tocarían sus labios. A pesar de su huida, extrañaba la calidez de esos momentos efímeros.
Navegaba por la vida con los ojos vendados, esperando encontrar un refugio seguro en la distancia. Pero la realidad siempre lo alcanzaba, susurrándole que había dejado atrás piezas esenciales de sí mismo. Aunque había escapado del tormento, no podía escapar del vacío que lo acompañaba.
Inmerso en un mar de dudas, se aferraba a la esperanza de encontrar un nuevo horizonte. Sin embargo, en cada esquina encontraba destellos de su antigua existencia, que le recordaban que el sufrimiento y la alegría eran dos caras inseparables de una misma moneda. Una extraña añoranza lo envolvía, provocando un torbellino de emociones contradictorias.
Contenia en sueños a un pasado en el que la oscuridad aún no había desgarrado su alma. Observaba los destellos de una vida que una vez fue suya, ahora perdidos en el abismo de un tiempo irrecuperable. Oh, cómo anhelaba esos días dorados que se desvanecían con cada amanecer.
Aunque se encontraba lejos de las condiciones que lo habían lastimado, una extraña nostalgia le susurraba al oído. Anhelaba la familiaridad del dolor, la sensación de estar vivo a pesar de la agonía. Extrañaba la Verdad cruda y despiadada que lo había acompañado en tiempos oscuros.
La grima que me da escuchar a una guía turística muy cualificada (políglota, gastrónoma) hablar de las maravillas que ofrece «la compañía» a los turistas, cuando es ELLA SOLITA quien ofrece los servicios como una pieza más del engranaje capitalista.
A Stephen King le ofrecieron $400 mil dólares más regalías por los derechos de Carrie. Una oferta muy generosa tomando en cuenta que era su primera publicación. En el libro autobiográfico «Mientras escribo» King relata que recibió la llamada de la editorial en el teléfono de sus vecinos, pues su familia no tenía dinero para contratar una línea telefónica.
Tan trivializado que está decirle a una persona con un talento que «debería estar ganando millones» si lo explotara.
Claro, amigo. Deberías estar haciendo millones en comisiones con el talento que tienes para dar consejos.
Haciendo una pequeña observación, una anécdota sin demasiada seriedad, me di cuenta de algo al pasar tiempo con una persona de personalidad magnética, carismática y habilidades comunicativas: más que un superpoder, parecían estar siguiendo siempre un guion cuidadosamente establecido y perfectamente estructurado. Repetían las mismas preguntas, ofrecían las mismas respuestas, y su personalidad parecía inclinarse hacia el narcisismo, aunque con una falsa empatía muy convincente. La mayoría de nosotros buscamos aprobación o que alguien muestre interés en nosotros, y ellos saben cómo aprovecharlo. Fue fascinante ver cómo, cuando alguien desviaba su línea de conversación, ya sea porque también eran narcisistas o no sucumbían a su “empatía”, parecía que les hubieran inyectado kryptonita y perdían su poder. En el mejor de los casos, la conversación se tambaleaba, y en el peor, se quedaban sin palabras, creando una situación incómoda.
Recuerdo una situación en particular en la que esta persona carismática entabló una conversación con alguien que acababa de conocer. Como de costumbre, la persona carismática inició con sus preguntas habituales para romper el hielo. Sin embargo, en lugar de seguir el guion preestablecido y dar respuestas predecibles, la otra persona decidió cambiar el rumbo de la conversación y comenzó a hacer preguntas específicas sobre las mismas cuestiones que la persona carismática siempre planteaba. Ante esta inesperada inversión de roles, la persona carismática quedó momentáneamente desconcertada y sin palabras. Su expresión facial reflejaba sorpresa e incertidumbre, mientras trataba torpemente de encontrar nuevas respuestas que no estaban en su guion. Fue un momento revelador que dejó al descubierto la artificialidad de su enfoque y demostró cómo su aparente poder de comunicación se desvanecía cuando se salía de su zona de confort.
Hace 400 años en Europa tener una piña ameritaba tomarse la «foto». Como el rey Carlos II de Inglaterra.
Lo digo mientras me como una congelada, en rebanadas. Muérete de envidia reyesito.
Espero nunca estar tan desconectado de la realidad como para andar diciendo «qué barato está» algo que solo el 1% puede comprar.
Desde que tengo memoria (de autodidacta) me ha llamado la atención (por no decir fastidiado) cómo se han podido salir con la suya muchos autores escribiendo instrucciones como esta:
CLIP Establecer última capa: El nodo «CLIP Establecer última capa» es para que puedas establecer la última capa del CLIP, y de esta forma el CLIP puede tener una última capa como establecida.
No shit, Sherlock.
De pronto te das cuenta que en el mundo sí hay lugar para ti y ESA persona, pero no juntos.