Uno de mis propósitos para el 2022 fue retomar el ejercicio, principalmente correr. Me gusta mucho correr, he aprendido a hacerlo de forma que puedo meditar mientras lo hago y liberarme de mucho estrés, termino como si hubiera borrado un pizarrón de pared a pared y tuviera miles de ideas nuevas con ansias de escribir. Comencé con un plan de 3K, me fue de maravilla las primeras dos semanas: total motivación y mucha energía; hasta que un sábado tuve un inexplicable crash, ese día ni salí a caminar. Lo adjudique al burnout por haberme excedido –de 10 min en promedio por km a 7 min, ¡sentí que moría! pero la endorfina lo hizo valer todo el esfuerzo–. Si le agrego que en dos semanas perdí 6 kg de peso, y que corrí a las 6 AM con temperaturas congelantes, era entendible que no me sintiera del todo bien. Pasaron 4 días y seguía fatigado, ese miércoles una persona de la casa que había estado con tos, dio positivo a COVID-19, a los 3 días otra persona presenta síntomas. Yo no me hice ningún test, pero podría asegurar que también tengo/tuve el virus, y por ayuda de las vacunas es que solo sentí una leve fatiga y algo de picazón en la garganta, fue todo. Este lunes, una semana después de haberme sentido sin fuerza, salí a dar mi primer caminata, a los 5 minutos me comenzaron a doler las rodillas. Según la información disponible, al igual que la gripe, el C19 también causa inflamación, y es por esto que duelen las articulaciones y los músculos. El virus anda haciendo de las suyas en muchas personas, que como yo, podemos confundir los síntomas con el cansancio del día a día, sin darnos cuenta que lo podemos estar propagando a personas que tal vez no cuenten con las vacunas o que tengan un sistema inmunológico deprimido.