Si buscas personas que te quieran hacer sentir bien te vas a perder de las personas que te hacen sentir bien sin siquiera buscarlo.
Por lo que veo de GameGen-O el futuro de los videojuegos será muy distinto a lo que conocemos hoy en día.
En lo que va del año he escuchado a gente joven decir que «son cosas de tío ochentero» cosas que creía eran atemporales.
Salí a caminar con audífonos de cable, al llegar a casa y quitármelos sentí un shock al no tener que ponerlos a cargar.
Según el test de personalidad de 100 preguntas que acabo de hacer dice que mi personalidad es: insoportable.
«Finge hasta que lo consigas» es un mal consejo, especialmente cuando finges ser RoboCop.
Aprende a vivir mejor: 20+ hábitos para mejorar tu calidad de vida y las relaciones con los demás
Aprende a
- decir no sin sentir culpa.
- pedir ayuda.
- aceptar ayuda.
- dormir lo suficiente.
- interesarte genuinamente en las personas.
- escuchar para entender, no para responder.
- ver a los ojos cuando hablas.
- pensar antes de hablar sin dejar que el miedo te silencie.
- ser amable con la gente, hasta con aquella que no lo merezca.
- reconocer y aceptar tú culpa…
- … a disculparte.
- usar todos los recursos gratuitos de tú librería local.
- beber 2 lts de agua al día.
- ejercitarte diariamente.
- asearte apropiadamente.
- vestir modestamente.
- usar bloqueador solar.
- andar en bicicleta.
Si sientes odio:
- a todo mundo: come.
- a ti mismo: báñate.
- de parte de todo el mundo: duerme.
Una vez me quisieron estafar en un estacionamiento de un supermercado. Dos tipos se me acercaron para instalarle una tira de esponja a las puertas de mi carro. Yo sabía que era innecesario y en caso de que yo quisiera yo se las podría poner. Me insistieron tanto y los ví tan necesitados y por querer ayudarlos a ganarse unos cuantos pesos accedí. ¿Cuánto? $150. En ese momento me pareció justo, aunque sabía que terminaría quitando esas esponjas tarde o temprano. Todo sea por ayudar al prójimo.
Luego de 5 minutos de amables pláticas y de estar instalando la dichosa tira, terminan con su «trabajo». Yo con los $150 en mano y listo para irme a la casa uno de ellos me dice que me espere, saca una calculadora y dice: — son $1,200.
— ¡¿Qué!? ¿Que no me dijo que $150?
— $150 el metro, y fueron 8 metros.
¡Buaf! Me cayó el veinte de que era una estafa, pues ni el tiempo ni el material que usaron podrían valer más de $100.
Les dije que no les iba a pagar, que era una estafa, comencé a quitar el dichoso empaque y uno de ellos se levantó la camiseta para amenazarme con un revolver que traía fajado.
En ese entonces no era común traer un teléfono celular, y como iba con mi madre no quise escalar la situación. Les dije que no traía dinero, que tenía que ir a la casa para pagarles.
Les dije que me siguieran. Obvio que ni de chiste los llevaría a mi casa, mi mejor opción era irme por una avenida congestionada esperando poderme escabullir o encontrar un policía o una patrulla. ¡Ja! Luego de 20 minutos y de un par de fallidas escapadas seguían detrás de mí, y ni de chiste se nos cruzó un patrulla. En una luz roja el estafador del revolver se bajó y se puso a un lado de mi, sentí que era el fin, un tiro en la cabeza y adiós mundo cruel. Me preguntó si ya estábamos cerca, le dije que sí, que ya faltaba poco. Mentira, me estaba alejando cada vez más. Mi segunda opción fue llegar a una gasolinería a ver si podía pedir ayuda, mínimo tendría testigos si algo me llegará a pasar.
Cuando me puse a un lado de la bomba despachadora los estafadores desistieron. Tal vez presintieron que pediría ayuda, o se tentaron el corazón, o calcularon que no ya valía la pena y asumieron su pérdida.
Ese día no me tocaba.
– ¿No sientes a veces unas ganas enormes de morirte o desaparecer para siempre?
– No, a veces no, siempre.